Para un nuevo talante de fe, de esperanza y de caridad de los católicos, la Iniciación Cristiana que hoy la Iglesia desea recuperar tiene como fundamento y punto de partida una instancia oficial con recursos humanos y materiales específicos: es el kerigma, el anuncio alegre, directo e incisivo de Cristo vivo (cfr. Hech. 2, 22-24; 5, 29-32).
Esta premisa que parece repetirse trilladamente en los textos actuales, ciertamente no lo es tanto, ya que no significa simplemente una opción pastoral novedosa sino lo central de la evangelización misma. El anuncio de Cristo vivo y la respuesta de conversión de quien lo acoge es lo que da posibilidad de una Iniciación Cristiana verdadera y de un crecimiento continuo en la fe, pues las personas no profundizarán aquello que nunca les motivó.
A nosotros nos toca hoy, emprender el camino que la primera comunidad cristiana fue descubriendo y que es el núcleo de la fe cristiana: después de la decepción de la Cruz, de la negación y la traición, el Resucitado sale a su encuentro y se les adelanta a otorgarles la gracia del perdón. El Resucitado se aparece otorgando la paz, el espíritu, el perdón de los pecados (Jn. 20, 21-23). Y este perdón afianza en ellos la experiencia de fe en el Resucitado.
A partir de estos encuentros con el Resucitado y de la recepción del Espíritu, la comunidad apostólica comienza un arduo y responsable ejercicio de formulación de la fe cristiana ¿quién es este hombre? ¿Quién era este hombre que las autoridades mataron y Dios lo ha resucitado? Todas estas preguntas, suscitadas por los últimos acontecimientos, avivan en la comunidad apostólica el interés por fijar los recuerdos en torno a Jesús y realizar la primera formulación de la fe pascual, misma que se ha llamado, el kerigma. Es el núcleo de la predicación apostólica, resumida por Pedro en el discurso de Pentecostés: “…A éste Jesús Dios lo Resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos…” (cfr. Hech. 2, 22-36).
Rehacer este camino de fe, implica recorrerlo de forma creativa y nueva, porque es nueva la conciencia actual sobre la necesidad de salvación, la cultura moderna ha desencadenado un proceso de secularización que refleja un cierto “eclipse de Dios” dejando al hombre y a la mujer actual “escasos de sentido”. La muerte de Dios se ha dejado sentir en cierta desorientación existencial e histórica de la humanidad. Sin embargo, estas situaciones no deben representar ánimos pesimistas, sino que por el contrario, el mundo de hoy es un gran campo de evangelización para toda la Iglesia, que pide a gritos la presencia de Dios.
Los capítulos 6 y 7, se integran por sesiones prácticas que nos conduce a la vivencia del discipulado con su maestro, nos ejercitan en la oración y nos presentan caminos para reencontrarnos con el Resucitado, para renovar nuestra fe y apasionarnos por la evangelización.
Esperamos que este trabajo, sea de provecho para nuestra Diócesis y que el Espíritu Santo, que nos asiste en todo momento, nos siga inspirando y llevando a leer los signos de nuestros tiempos.
Dimensión Diocesana de Catequesis.
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